Montañas Sagradas: La cosmovisión Muisca de los cerros
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Montañas sagradas: La cosmovisión Muiscas de los cerros
Para los pueblos Muiscas, habitantes ancestrales de la Sabana de Bogotá, las montañas no eran simples acumulaciones de tierra y roca. Eran lugares de conexión espiritual, puntos de encuentro entre el mundo humano y el mundo sagrado, guardianes de la vida y de la memoria colectiva. Cada cerro era visto como un ser vivo con espíritu propio, digno de respeto, veneración y cuidado.
En su cosmovisión, los cerros representaban el puente entre el cielo y la tierra, un espacio donde los dioses y ancestros se comunicaban con la comunidad. Por eso, las montañas eran consideradas templos naturales, y en ellas se realizaban ofrendas, rituales de agradecimiento y ceremonias que buscaban mantener el equilibrio entre la naturaleza y la sociedad.
En lengua muysc cubun afirmaban:
“Hyca çahtigùs àgüyà táttigù hòhyhé…”
que significa:
“Los cerros y montañas son los guardianes de nuestra esencia, donde convergen el cielo y la tierra, donde encontramos la fuerza de nuestros ancestros.”
Significado cultural y espiritual
Los cerros eran el lugar del origen: de allí brotaba el agua, la vida y la fuerza vital.
Se entendían como guardianes del equilibrio cósmico: mantenerlos en armonía era asegurar la fertilidad de la tierra y la abundancia de alimentos.
Cada montaña tenía un espíritu protector y debía ser honrada con ofrendas de agua, semillas, tejidos o piezas de cerámica.
Los cerros como fuentes de vida
Los Muiscas comprendían que sin agua no hay vida. Sabían que los páramos y montañas almacenan y regulan el recurso hídrico, nutriendo los ríos y quebradas. Por eso, en los cerros nacían mitos y relatos que explicaban la importancia del agua como elemento sagrado y como herencia que debía protegerse para las generaciones futuras.
Incluso hoy, la ciencia confirma esa sabiduría ancestral: los páramos y montañas son fábricas de agua, refugio de especies únicas como el frailejón, y barreras naturales contra el cambio climático.
Desafíos actuales
Con la llegada de la urbanización y el crecimiento desmedido de las ciudades, muchos cerros han sido deforestados, contaminados y olvidados. La minería ilegal, los incendios forestales y la expansión urbana ponen en riesgo no solo a los ecosistemas, sino también a la memoria cultural que encierran.
Ser EcoGuardián significa recuperar ese sentido de respeto, reconocer que los cerros son más que paisaje: son herencia cultural, vida y espiritualidad.
Ser EcoGuardián es ser heredero de los Muiscas
Hoy, al contemplar los cerros de Suba y las montañas de Colombia, recordamos que no son simples miradores naturales. Son los guardianes de nuestra identidad.
Cuidarlos es honrar a los abuelos y abuelas que nos enseñaron a vivir en armonía con la tierra, es rescatar la sabiduría ancestral muisca, y es asegurar un futuro sostenible para nuestras comunidades.
Ser EcoGuardián no es solo proteger la naturaleza, ¡es defender la memoria, la espiritualidad y la fuerza que los cerros han representado desde tiempos inmemoriales!